domingo, 5 de septiembre de 2010

El amor, dulce análogo de la infección

Los agentes patógenos están por todas partes: rubios, morenos, altos, bajos, guapos, majos...

Y aunque intentes protegerte de ello no hay complejo vitamínico que te salve de al menos un enamoramiento.

Cuando el patógeno entra en el cuerpo, o el llamado chica conoce a chico, lo primero que se activa el la respuesta innata.

Esta es una respuesta rápida pero débil. Todos los macrofagos, mastocitos u orgullo y dignidad que te queda de la infección anterior despiertan, y te repites a ti misma “Cuidadín, intenta no pillarte esta vez, o al menos antes que él...”. Desconfías y sacas tus defensas a relucir... ¡pero que cojones! En el fondo es como ese catarrillo que siempre quisiste coger para faltar a una exposición del colegio, así que al final tu misma te acabas pasando la respuesta innata por... para que engañarnos: ¡por la piedra!.

Y parece ser que esta inútil respuesta dura exactamente hasta que te mandan a tomar por culo, que es cuando se digna a activarse la jodida respuesta específica.

En este momento, cada célula de tu cuerpo, cada parte de ti, ataca específicamente al maldito espécimen: “En el fondo era un soso aburrido, su lengua era un aspersor de babas, ¡tanto gilipollas para tan poca polla! “.

Eso si, es lenta de cojones... Anda que no tienes que estar tiempo autoconvenciendote ni nada para curarte de esa enfermedad altamente contagiosa llamada amor. (Se trasmite por vectores, como pueden ser las películas de Hugh Grant, y en ocasiones creo que se trata de una pandemia de la cual la gente participa encantada).


Con el tiempo, tarrinas de helado y representaciones varias de la escena “All by myself” de Bridget Jones, consigues que todo ese autoconvencimiento se convierta en vivencias. Vivencias que verifican cada uno de las injurias que han salido de la boca de tus amigas durante todo este proceso. Vivencias de las cuales has aprendido.

En recuerdos.


Pasa el tiempo; tal vez no el suficiente, tal vez demasiado; y un “buen” día te vuelves a constipar (fruto de ese despampanante escote que deja poco a la imaginación. Y la culpa no es mía! no se como ha llegado esta escueta tela a mi torso...)

La respuesta innata se pone manos a la obra utilizando pequeñas anotaciones de lo acontecido en la infección anterior.

Pero no hay peor macrofago que el que no quiere ver: “pues parece diferente”, “me ha dicho que le importo” ,“me ha llamado preciosa”, “es que lo ha pasado muy mal hasta que me conoció”

Abre la boca. Saca la lengua. Dí A : Aaaaaaaaaaahhh (suspiro)

Lo siento cariño, ya es tarde.


Ahora bien. Existe otra opción. Puede que el tiempo te lleve directa a la cubierta de mucopolisacaridos del mismo puto patógeno anterior, y en ese momento debería ponerse en marcha el único mecanismo efectivo de este sistema inmune para el amor: la memoria. La respuesta secundaria actuará mucho mas rápido que la primaria, recordando las vivencias, los injurios, y los kilos de mas debido a las tarrinas de helado.

Y si en este punto aun te pasas tu sistema inmune por la piedra... chica, vas a estar enferma durante muchos años. O en el peor de los casos, cronicamente.


En lo que a mi respecta, soy un linfocito B memoria de cabeza a los pies. Uno que de vez en cuando sueña con transformarse en Natural Killer, pero que en ocasiones se deja llevar por la infección.

4 comentarios:

  1. "¡tanto gilipollas para tan poca polla!"

    Me alegra de corazón que seamos amiguitos y no hayamos follado nunca.

    ResponderEliminar
  2. tan solo es un plagio de Bridget. Ese lenguaje es demasiado tosco para salir de mi boquita

    y de ti nunca jamás diria nada malo!!!
    :D

    ResponderEliminar
  3. ostras...que he hecho?!!!creo que sin querer me he hecho una cuenta de estas...bah...

    ResponderEliminar